La economía mundial entra en una nueva era, según el FMI
06/06/2025 - ⏱️ 2 min
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha declarado oficialmente la entrada de la economía global en una “nueva era”, caracterizada por un crecimiento más débil y menos sincronizado, un comercio internacional fragmentado y una mayor competencia estratégica entre bloques. En su informe de primavera, publicado en abril, el organismo anticipa que el comercio mundial crecerá solo un 1,7 % en 2025, una cifra muy por debajo de la media histórica del 4,6 % registrada entre 1990 y 2010.
Este cambio estructural refleja una combinación de factores: tensiones geopolíticas persistentes (especialmente entre EE. UU. y China), políticas industriales más proteccionistas, reasignación de cadenas de suministro y desconfianza creciente entre potencias tecnológicas. Todo ello se traduce en un menor dinamismo de los flujos de bienes, servicios y capital, lo que impacta directamente en la inversión y el crecimiento potencial de las economías emergentes.
“La era del hiperglobalismo ha quedado atrás. Lo que emerge es un sistema internacional más regionalizado, volátil y políticamente condicionado”, señala Gita Gopinath, subdirectora gerente del FMI.
Crecimiento desigual y fragmentación regional
El FMI advierte que la fragmentación del comercio mundial no es solo un fenómeno coyuntural, sino un cambio estructural que está dividiendo al mundo en bloques económico-políticos: América del Norte y sus aliados, Europa Occidental, y un eje emergente liderado por China, Rusia, India e Irán. Esta desconexión progresiva entre bloques limita las ganancias de eficiencia y penaliza a países intermedios que dependen de exportaciones globales.
Además, el crecimiento está siendo cada vez más desigual. Las economías avanzadas crecerán en torno al 1,6 % en 2025, mientras que las emergentes lo harán al 3,9 %, con Asia manteniendo el liderazgo gracias a India y el sudeste asiático. Sin embargo, el crecimiento ya no es suficiente para reducir brechas, y muchos países enfrentan niveles récord de deuda pública, inflación persistente y acceso más restringido al capital.
Implicaciones para el real estate y la inversión global
En este contexto, los inversores institucionales están reconfigurando sus carteras. La menor previsibilidad del comercio mundial y los flujos financieros impulsa la rotación hacia activos reales, infraestructuras críticas, energía y real estate defensivo. El ladrillo —especialmente el residencial, logístico y el vinculado a salud o tecnología— vuelve a posicionarse como un valor refugio en tiempos de fragmentación.
Además, los ciclos de financiación se han vuelto más localizados: los proyectos inmobiliarios transfronterizos encuentran más obstáculos regulatorios y menos apetito bancario, mientras que los promotores locales ganan relevancia en ecosistemas nacionales más autosuficientes.
“Los capitales globales se están volviendo más selectivos, priorizando jurisdicciones con estabilidad institucional y capacidad de absorción interna”, comenta Pierre Lavergne, economista senior de AXA IM.
¿Qué viene después?
El FMI insta a las economías desarrolladas a reforzar los canales multilaterales, proteger la independencia de sus bancos centrales y diseñar políticas fiscales que favorezcan la productividad y la resiliencia. Para las economías emergentes, el reto es doble: mantener el crecimiento sin depender de un comercio que ya no impulsa tanto, y atraer capital en un entorno global más fragmentado y competitivo.
Conclusión
La economía global no está en crisis, pero sí en transformación. La era de crecimiento sincronizado y liberalización ilimitada ha dado paso a un mundo más regional, más político y más complejo. En este nuevo equilibrio, los inversores deberán adaptar sus estrategias a un entorno donde el crecimiento será más lento, pero la necesidad de preservación de valor será mayor.
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