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Family offices apuestan por activos ilíquidos en busca de rentabilidad a largo plazo

30/05/2025 - ⏱️ 2 min

La asignación de activos de los family offices está experimentando una transformación estratégica. Según el UBS Global Family Office Report 2025, el peso de los activos ilíquidos —como private equity, real estate directo y deuda privada— ha alcanzado el 45 % de las carteras patrimoniales, consolidando una tendencia iniciada tras la pandemia y acentuada por la persistencia de tipos de interés elevados y la erosión del valor real en la renta fija tradicional.

“El entorno macroeconómico ha reforzado la preferencia por activos con generación estable de caja y menor correlación con los mercados públicos”, afirma Sara Ferrari, directora global de family offices en UBS. “Los family offices están construyendo carteras más resilientes y orientadas al largo plazo, con una mayor tolerancia a la iliquidez cuando existe alineación estratégica”.

En 2024, el 64 % de los family offices globales aumentó su exposición a private equity, según el mismo informe, mientras que un 55 % amplió sus posiciones en real estate core y value-add, especialmente en segmentos como logística, alquiler residencial institucional y activos operativos (senior living, hospitality, data centers). La deuda privada, por su parte, ha ganado protagonismo como fuente de retorno ajustado al riesgo en un entorno de endurecimiento crediticio.

Aunque no se trata de una duplicación literal de la exposición a estos activos, sí se confirma un cambio estructural en la arquitectura de las carteras. Las inversiones líquidas, especialmente en renta fija gubernamental y bonos investment grade, han reducido su peso relativo, afectadas por rendimientos reales negativos y una mayor sensibilidad a la política monetaria.

Este reequilibrio también responde a una lógica de planificación multigeneracional. “Los activos ilíquidos encajan con los horizontes temporales de los patrimonios familiares, favorecen la gobernanza intergeneracional y permiten involucrar a las nuevas generaciones en la gestión activa del legado”, señala el informe.

En paralelo, la tecnología ha democratizado el acceso a estos activos. Plataformas digitales y estructuras de coinversión permiten hoy a family offices medianos participar en operaciones que hace una década estaban reservadas a fondos institucionales. Esto ha propiciado una mayor diversificación geográfica y temática, con un creciente interés en activos sostenibles, infraestructuras, y proyectos vinculados a la transición energética.

No obstante, los retos son relevantes. La iliquidez implica limitaciones operativas y dificultades de valoración, especialmente en entornos de corrección de múltiplos o dislocación de mercado. Por ello, un número creciente de family offices está profesionalizando su estructura de análisis y control de riesgos, con equipos internos o asesores externos especializados en activos alternativos.

Los grandes bancos privados también se están adaptando. Entidades como Goldman Sachs, Pictet o Lombard Odier han ampliado su oferta de productos cerrados y vehículos a medida, con entradas mínimas que oscilan entre los 250.000 y el millón de euros, diseñados específicamente para patrimonios familiares con apetito por activos no cotizados.

El giro hacia la iliquidez no parece una moda coyuntural. En un mundo donde los activos líquidos están expuestos a volatilidades más frecuentes, correlaciones sistémicas y rendimientos inciertos, los family offices están apostando por estrategias más estables, con mayor control y potencial de generación de valor a largo plazo. Una evolución que no solo responde a los mercados, sino al propio concepto de permanencia patrimonial.

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