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España consolida un crecimiento por encima de la media europea y refuerza su atractivo estructural para la inversión inmobiliaria

26/05/2025 - ⏱️ 4 min

La economía española ha cerrado el primer trimestre de 2025 con un crecimiento del 0,6 % trimestral, equivalente a un ritmo anualizado superior al 2,3 %, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el pasado viernes. Esta cifra no solo supera las previsiones del consenso de mercado (0,4 %), sino que consolida una tendencia de crecimiento sostenido por encima de la media de la eurozona, donde el avance agregado se ha limitado al 0,2 %.

Con este comportamiento, España encadena ocho trimestres consecutivos de crecimiento positivo, apoyada en una combinación de consumo interno resistente, repunte del turismo, recuperación del empleo juvenil y una ejecución más ágil de los fondos Next Generation EU que en otros países del sur de Europa. A diferencia de Alemania, donde la industria continúa arrastrando al conjunto de la economía, España ha logrado diversificar su base productiva y mantener un ciclo expansivo con menor dependencia del sector exterior.

El buen momento macroeconómico tiene consecuencias directas sobre el mercado inmobiliario. Por un lado, el crecimiento sostenido favorece la generación de empleo y, con ello, el acceso a vivienda por parte de nuevos hogares. Por otro, refuerza la percepción de estabilidad entre los inversores internacionales, que buscan destinos con baja volatilidad política y fundamentos sólidos para proyectos a largo plazo.

“El crecimiento español ya no es visto como un rebote post-COVID, sino como una recuperación estructural con fundamentos propios. Eso explica el renovado interés por activos reales en ciudades secundarias con alto potencial de revalorización”, señala un informe reciente de Oxford Economics, fechado el 24 de mayo.

En el ámbito demográfico, España también se desmarca del resto del continente. El país ha registrado un aumento neto de población superior a los 500.000 habitantes en 2024, impulsado por la inmigración cualificada y el retorno de jóvenes profesionales desde el exterior. Este incremento sostenido de la demanda estructural fortalece el mercado residencial y justifica nuevas inversiones en proyectos de alquiler, coliving o residencias de estudiantes en ciudades como Valencia, Bilbao o Sevilla.

La combinación de crecimiento económico, dinamismo poblacional y recuperación del consumo también ha activado segmentos inmobiliarios como el retail prime, los parques de medianas y la logística urbana, que se benefician del nuevo ciclo expansivo sin necesidad de recurrir a niveles de apalancamiento excesivo.

Desde el punto de vista institucional, el cambio de narrativa sobre la economía española está empezando a reflejarse en las asignaciones de capital. Gestoras como AEW, Nuveen y Patrizia han incrementado su exposición al país en sus fondos paneuropeos, reequilibrando carteras que en los últimos años estaban sobreponderadas en Alemania, Países Bajos y los países nórdicos.

El diferencial de crecimiento también ha reforzado el atractivo fiscal relativo de España. Mientras que otros países han recurrido a aumentos impositivos para cubrir desequilibrios fiscales, el Gobierno español ha mantenido una política tributaria relativamente estable y previsible, especialmente en lo que respecta a sociedades patrimoniales y vehículos de inversión profesionalizada.

No obstante, los expertos advierten que este ciclo expansivo no está exento de riesgos. La fragmentación política, la necesidad de consolidación fiscal estructural y la presión regulatoria sobre el alquiler en algunas comunidades autónomas podrían erosionar parte del atractivo si no se gestiona con visión a medio plazo.

A pesar de ello, el diagnóstico general es positivo. España no solo está creciendo más que la media europea, sino que lo está haciendo con menor inflación, mayor flexibilidad del mercado laboral y un entorno de inversión cada vez más profesionalizado. Para los inversores inmobiliarios con enfoque patrimonialista, este entorno ofrece una combinación difícil de encontrar en otros mercados europeos maduros: crecimiento real, estabilidad institucional y demanda estructural creciente.

En palabras de un directivo de CBRE: “Los fundamentos macro y demográficos de España permiten construir estrategias de inversión a 10-15 años, algo impensable en otros mercados que se están volviendo más tácticos que estructurales”.

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